Por: Eréndira León Salvador
Referencia del Texto: ARENDT, Hannah (1999). Eichmann en Jerusalén. Barcelona: Debolsillo.
ABSTRACT 
En el siguiente trabajo se buscará no sólo dar un breve resumen del tratamiento que hace Hannah Arendt sobre la “banalidad del mal” encarnada en el personaje de Adolf Eichmann, sino que se dotará de un mayor contenido al mismo al momento de analizar la pérdida de conciencia moral no sólo en este personaje sino en la sociedad europea, incluyendo a la sociedad judía.
Palabras Clave: Banalidad del mal, conciencia, Totalitarismo, Nacional Socialismo, Arendt, Eichmann.
ÍNDICE DE MATERIAS
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INTRODUCCIÓN
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The Third Wave
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Hannah Arendt y “Eichmann en Jerusalén”
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DESARROLLO
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Problematización de la “Banalidad del Mal”: El paradigma de Adolf Eichmann
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La derrota moral europea
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CONCLUSIONES
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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
INTRODUCCIÓN
En la Elwood P. Cubberley Senior High School en Palo Alto, California, a finales de Marzo, principios de Abril de 1967, el profesor de la materia de Historia del Mundo Contemporáneo, Ron Jones (de 25 años en ese momento) quiso responder a la interrogante que hicieron sus alumnos (la mayoría de ellos de 15 años), sobre cómo era posible que el pueblo alemán pudiese aceptar el Nacional Socialismo y ser parte de lo que ello conllevaba, es decir, los horrores del Holocausto en su búsqueda de dejar Alemania (y después Europa), judenrein; así, sin que ellos supieran, fueron parte de un movimiento que develaba no sólo la naturaleza Fascista sino Totalitaria de un movimiento: “La Tercera Ola”. Así, a través del uso de recursos similares de control que ocupó en el Nacional Socialismo (en Alemania) y Stalin en la URSS, fueron inmersos y partícipes de este movimiento que, al cabo de cinco días, fue interrumpido debido a que se salió de control.
Quizás la pregunta que hicieron estos adolescentes no era la primera vez que había sido formulada sobre este caso histórico, sin embargo, hasta hace algunas décadas no muchos dedicaban un verdadero tiempo de reflexión a la teoría de las nuevas tiranías en forma de Estados Totalitarios. Sin embargo, la filósofa política alemana después nacionalizada norteamericana, nacida en Hannover el 14 de octubre de 1906, Hannah Arendt (Nacida Johanna Arendt) quien hizo una extensa bibliografía sobre este tema, en aras de su afán de comprensión del momento histórico del que ella fue parte; hizo grandes aportaciones sobre la conceptualización de la Naturaleza del Totalitarismo y los mecanismos que usa esta nueva forma de gobierno y dominación (desconocida hasta antes del período entreguerras). Tomaré como base su obra “Eichmann en Jerusalén: Un reporte sobre la banalidad del mal” para dar cuenta no sólo del concepto anunciado en su sugerente título, sino lo que implica, es decir, la pérdida generalizada de la conciencia moral, expresada en los casos de aislamiento político.
El 11 de Mayo de 1960, Otto Adolf Eichmann –teniente coronel de las SS a cargo de los transportes para llevar a cabo la “Solución Final”—quien había huido de Alemania una década antes, fue secuestrado en Buenos Aires, Argentina por el Servicio Secreto Israelí. Por nueve días fue mantenido incomunicado y fue enviado a Israel el 20 de Mayo para ser sometido a un juicio. Hannah Arendt, al leer las noticias acerca de este juicio, contactó al editor del New Yorker, William Shawn, para cubrir el reportaje del juicio, ¿el resultado? Un ensayo publicado en cinco partes, por primera vez en 1963, y que fue editado en forma de libro. En una carta fechada el 20 de septiembre del mismo año, escribe a su gran amiga, Mary McCarthy sobre algunos puntos de esta obra, el tercero de ellos de gran relevancia por el contraste con una de sus obras más reconocidas “Los orígenes del totalitarismo”, Arendt comenta que Eichmann estaba realmente menos influenciado por la ideología de lo que ella había asumido en el último capítulo de “Los orígenes del Totalitarismo”, y donde quizás todo el disparate moral tenía sentido al verse reflejada en la maquinaria totalitarista: «“Banalidad del mal” se contrapone a la frase que usé en el libro del Totalitarismo, “mal radical” » .
Para Arendt, “el mal radical” es aquél donde el individuo, consciente de que su acción es moralmente incorrecta, deliberadamente la ejecuta; en contraste, existe la “banalidad del mal”, concepto que se explica mejor a través del paradigma que representó el personaje de Adolf Eichmann, éste “mal banal” se caracteriza por no tener la conciencia plena del mal que se está ejecutando, es decir una especie de inconsciencia moral.
DESARROLLO
Arendt se dio a la admirable tarea de no sólo analizar el juicio con los problemáticos contenidos que tenía en sí mismo, tales como la legalidad, justificación y el circo en el que se convirtió; tampoco se contentó con el análisis de este personaje (psicologista), aún cuando lo usó como un paradigma. Explicó cómo es que bajo las condiciones (de posibilidad) en las que se dan en los regímenes totalitarios, se produce una transformación que deja de lado la “tentación de hacer el mal” sino lo convierte en un imperativo que con el tiempo, produce máquinas de matar autómatas y bien, si no propiamente matar, justificar asesinatos. Cabe remarcar que, no era solamente éste personaje el que encarna su conceptualización de “banalidad del mal”, tampoco los que fueron parte del movimiento nazi a y fueron parte de lo que después daría cuenta la Shoa; ni los países que luchaban a lado del Tercer Reich en la Segunda Guerra Mundial sino, incluso los dirigentes judíos, y los ciudadanos que pueden ser considerados así, comunes y corrientes, fueron víctimas de una epidemia de la pérdida de la conciencia moral; es por ello que nos sorprende, el que existiese el caso de Dinamarca, donde Arendt nos expone un panorama totalmente diferente al de sus vecinos europeos, que parecía, estaban vacunados en contra de este mal.
A pesar de los esfuerzos del fiscal y del resentido pueblo judío, Eichmann no representaba la figura de un monstruo calculador sino más bien la de un payaso burócrata con un lenguaje lleno de clichés repetidos ad nauseam, donde el papel que jugó en la “Solución Final” representaba para él nada más que el seguir órdenes en un trabajo rutinario (burocrático). Lo que quizás podría ser considerablemente más monstruoso no se encuentra en el personaje ejecutor en tanto que se le da el mote de “asesino” o ayudante de éstos, sino en lo que caracterizaba a este hombre: seguir sin cuestionar una deformación al imperativo categórico kantiano, debida a Hans Franck «Compórtate de tal manera, que si el Führer te viera aprobara tus actos.» El problema moral (con evidentes repercusiones políticas y jurídicas) que resulta de analizar a Eichmann, es que si éste poseía una conciencia moral que le permitiese elaborar juicios de valor sobre aquello que ocurría en las cámaras de gas, entonces habría de una diferencia entre aquello que le atribuía el tribunal de Jerusalén y aquello de había presenciado desde una mente más objetiva, Arendt (por ejemplo, cuando supo de ellas en un viaje a Treblinka), pero al parecer esta respuesta es rotundamente negativa.
Los nazis produjeron por así decirlo, la derrota moral no sólo en Alemania, sino en la respetable sociedad europea, y no sólo ahí sino en casi todos los países; no sólo entre los victimarios sino también así entre las víctimas, tal es el caso de los judíos que desde el momento en que ellos aceptaron las clasificaciones y que en ellas existían unos con privilegios sobre los otros, y que en el momento de la “Solución Final”, se justificaron las muertes de unos al intercambiarlos por privilegios con las SS con frases tales como: “con el sacrificio de cien salvan a mil, con el sacrificio de mil a diez mil”; si hemos de pensarlo, son frases que no nos hubiese costado mucho imaginarlas salir de los labios del propio Eichmann.
CONCLUSIONES
Los crímenes que llevó a cabo Eichmann, no eran tanto un producto de la ideología masiva nazi, sino más bien su déficit de pensamiento, aunque no es casualidad que un movimiento que irrumpiese en la historia del siglo XX y que marcara para siempre lo que seguiría después de ella, no sólo afectase la mente de los que aceptaban desde un principio estas ideas, sino también aquellos que se encontraban cerca de ellas en una forma geográfica, una pérdida de conciencia moral general; en las palabras de Hannah Arendt: “Al igual que la ley de los países civilizados presupone que la voz de la conciencia dice a todos «no matarás», aun cuando los naturales deseos e inclinaciones de los hombres les induzcan a veces al crimen, del mismo modo la ley común de Hitler exigía que la voz de la conciencia dijera a todos «debes matar», pese a que los organizadores de las matanzas sabían muy bien que matar es algo que va contra los normales deseos e inclinaciones de la mayoría de los humanos. El mal, en el Tercer Reich, había perdido aquella característica por la que generalmente se le distingue, es decir, la característica de constituir una tentación.” En realidad, Arendt consideraba como una lección el análisis del Juicio en Jerusalén, donde el “alejamiento de la realidad y la irreflexión pueden causar más daño que todos los malos instintos inherentes, quizá a la naturaleza humana.”
La importancia de este estudio es que no son casos aislados que se hayan dado sólo en ese momento histórico, y en un contexto socio-geográfico único. Vivimos en una sociedad que aún porta las condiciones de posibilidad que hacen de los Estados Totalitarios una realidad, quedará pues, en nuestras manos el trabajar para que no se den estas nuevas formas tiránicas, pues como Arendt lo veía, muchas de las formas en las que las tiranías tradicionales infundían terror en los pueblos, no eran nuevas, lo novedoso del Totalitarismo es la forma en la que éstas fueron usadas, con estos recursos es que podemos prevenir un retorno a los horrores que no sólo representó la Alemania Nazi, sino el período Stalinista de la URSS. Es por esta razón que ella escribe; “ninguna obra humana es perfecta, y, por otra parte, hay en el mundo demasiada gente para que el olvido sea posible. Siempre quedará un hombre vivo para contar la historia. En consecuencia, nada podrá ser jamás prácticamente inútil, por lo menos a la larga.”
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA